La vives, la ves, la consideras real, crees en ella, se confías todo, te traiciona, le sigues el juego, te tiendes a su capricho, la besas, la veneras, la adoras, te falla no la comprendes, la odias, te frustras, matas a todos y al final queda un alma corrompida por el simple echo de pensar que su vida no le pertenece sino a la fortuna.
Poder no te falta, pero abundas en coraje.