7 oct 2014

El Ciclo de la Vida y la Muerte

-ugh...quien...quien te...te dio el derecho de...
Cubierta del espeso y rojizo líquido vital, la hoja de la espada relucía aun más hermosa que antes. El cadáver de un anciano cubría con su sangre todo el suelo, mientras que un niño, en estado de shock por haber protagonizado la escena, observaba el cuerpo en la tierra, mientras la sangre de la espada le salpicaba las manos. El contacto tibio lo devolvió a la realidad. Tras observar la espada, asustado la soltó y cayó al suelo. Retrocediendo, se apoyo contra un árbol, mientras el horror y la consciencia le carcomían el alma. Comenzó a llorar, mientras golpeaba el suelo con tal ira, que los pocos animales cercanos se alejaron debido al ruido provocado.
Sollozos, gritos desgarradores surgían de su garganta mientras se preguntaba porque había matado a su protector. La única persona que vio en el potencial, talento, ahora lo había matado. Rendido ante su vergüenza y falta de respeto hacia su antiguo maestro, levanto la espada y la dirigió hacia su estómago. Sus manos temblaban por el peso del acero, el cual lo sentía mucho más difícil de levantar. En sus lamentos, no se percataba de la brisa fría que inundaba el bosque y comenzaba a congelar todo lo viviente. Decidido a acabar con su vida, uso todas sus fuerzas para cometer el atroz suicidio y...
-No. Lo siento.
-Huh?
Una sombra enorme al lado suyo. No dejaba mostrar su rostro, pero logro notar que una de sus manos huesudas le había arrebatado la espada, y con la otra había levantado el cadáver del anciano.
-Hey!-reclamo el niño olvidando lo que pasaba-devuelvemela! No merezco vivir! No hay otra forma de poder redimirme!
-Lo siento chico, pero aún no te llega la hora. Me llevare al viejo y la espada. Sería mejor que te vayas y busques una nueva forma de ganarte la vida.
Dicho esto, la muerte se retiro del lugar cargando al viejo y guardando la espada en su cinto. Sin parar de llorar, el niño observó como la muerte se retiraba, perdiéndose enrte los árboles.
Tras pensarlo, el niño se dio cuenta que no valía la pena llorar por lo que había hecho. El viejo estaba muerto, y no podía hacer nada al respecto. Levantandose y poniendo del revés sus vestiduras para evitar que se mirara la sangre, el niño se marcho del bosque. Tras salir del bosque, comenzó a poner en práctica todo lo que el anciano le había enseñado: guiarse con la posición de las estrellas, recolectar los frutos silvestres para evitar pasar hambre, y caminar con una antorcha de noche. Al poco tiempo llego a una aldea que jamás había visto. Dado que nadie parecía conocerle, comenzó a practicar el oficio de asistente para el escriba del lugar. Al poco tiempo sus conocimientos sobre la naturaleza fue tal, que el escriba lo envió a la ciudad para proseguir sus estudios. Siempre interesado en los casos de la vida y la muerte, el joven adolescente comenzó a investigar más allá de lo que sus maestros podían proveerle. Al llegar a sus primeros años de adultez, comenzo a viajar a todos los lugares del reino para poder registrar sus entornos y biomas, con la esperanza de encontrar las causas de la llegada de la muerte en las personas. Para poder hallarse lo suficientemente cerca a ella, comenzó a frecuentar bosques donde los pícaros asaltaban a los viajeros descuidados, y los montes abandonados, desde los cuales podía observar los estragos de la guerra. Precisamente, durante uno de sus registros un llanto de niño le llamó la atención. Tras acercarse al campo de batalla, tras haber finalizado, encontró a un niño que lloraba abrazando el cadáver de uno de los soldados.
-No se va a levantar niño, la muerte ya se lo ha llevado de nuestro mundo.
-Me prometió que volvería...
-No lo hará. Nadie puede escapar de las garras de la muerte y regresar a casa.
-EL LO PROMETIÓ! PAPA!
Al oír los gritos del niño de nuevo, nunca supo como, ni porque, pero sintió el deber de acoger al niño. Acercándose lo más cariñosamente que pudo, le propuso al niño en convertirse su aprendiz, y el le ensenaría a como sobrevivir solo en el mundo. Debido a que no tenía un hogar al que volver, el niño acepto la propuesta entre lloriqueos y agradecimientos. Al instante, el hombre rasgo su capa y se la coloco al niño encima como...
-símbolo de protección. Ahora estas bajo mi cuidado, y te prometo que no te pasara nada.
Sin embargo, no paso mucho tiempo para que tuvieran el primer accidente. Durante una emboscada a una caravana, el niño rogó a su maestro ayudar a los campesinos que eran masacrados por los bandidos del bosque. El hombre solo se limitaba a registrar el acontecimiento, sin inmutarse. Tras darse cuenta que su maestro no haría nada, el niño comenzó a llorar. El maestro notó esto y de inmediato le dio una bofetada.
-Si fuera a ayudarlos, moriría yo también. Mi deber es registrar a la muerte, y poder encontrar un modo de evitar que regrese de donde viene. Entonces, ya no habrán más muertos. Así que aprende a respetar mis decisiones y quedate aquí. Yo soy la única persona que te dio un propósito!
Con lágrimas en los ojos, el niño movió la cabeza en seña de obedecer las órdenes de su maestro, pero se puso de espaldas ante el escenario que su maestro observaba tranquilamente. Ese mismo día, el niño se prometió a si mismo que, cuando acabaran sus enseñanzas, le mostraría a su maestro lo equivocado que estaba, y lo mostraría evitando que las personas murieran frente a el.
Los años pasaron. El niño ya no era el mismo pequeño de antes, y había aprendido bajo la vigilancia de su maestro el uso de la espada. El maestro, al ser de una edad avanzada, ya no podía ver ni oír con claridad. y dependía de su pupilo para mantenerse protegido durante sus viajes. Sin embargo, solía repetirle a su alumno que, a pesar de su dependencia, este aun tenía que mostrarle respeto, y constantemente rechazaba todos los intentos de su alumno para convencerle de ayudar a las personas en necesidad.
-Nosotros no somos dioses para tener el derecho de decidir quien vive y quien muere. Pero somos mortales para evitar la llegada de la muerte. Seguiré registrando, y tu continuaras mi registro hasta que puedas descubrir el origen de la muerte.
-Pero maestro...
-SIN PEROS!
-EH-si maestro, como ordene...
Un día, el maestro comenzó a perder el rumbo de su travesía,  y comenzó a dirigir al muchacho a lugares cada vez más inhóspitos y peligrosos. Hasta que un día lo llevo de vuelta al bosque de Sauce Negro. La niebla había reducido por completo la visibilidad, y a menudo el chico tropezaba con las raíces de los árboles, provocando la caída de su maestro, seguido de los golpes y reclamos de este.
Y así siguieron hasta que el alumno sintió un grito de dolor cerca de donde se encontraban. El maestro, tras notar el grito, saco emocionado su libreta y pluma, y le pidió a su alumno que le relatara lo que observaba. El alumno, sin embargo, se dio cuenta que el grito no había sido de muerte, sino de alegría. A lo lejos, un ladrón saltaba regocijandose en haber acabado con un conde y se mofaba de la riqueza que ahora el poseía.
-Porque no dices nada? pregunto el maestro. No paso ni un segundo, hasta que el chico recogiera una piedra y la arrojara contra el ladrón. Clavandose en su cuello, el ladrón no pudo gritar de dolor por el impacto, y cayó muerto en el suelo.
-IDIOTA! Nosotros no matamos a nadie! No tenemos derecho de decidir la muerte de otros! Ahora la muerte sabrá lo que hemos provocado, y vendrá furiosa a terminar el trabajo!
El chico comenzó a llorar, por su acto, rogándole a su maestro que le perdonara, pero el anciano solo se limito a darle golpes con su bastón. No paraba de golpearle el cuerpo, y el niño gritaba de dolor en el suelo. Llegado un momento, le maestro detuvo los golpes y se dio vuelta. El niño se levanto, con el cuerpo lleno de moretones, y el brillo de la luna reflejada en la hoja de la espada de su maestro le cegó por un instante. Temblando, y preso de su ira contra su maestro, el niño recogió la espada, y acercándose por detrás, atravesó el cuerpo de su maestro. La sangre salia a borbotones, y el maestro apenas había emitido un quejido. Volteandose con dificultad, le miro a los ojos, y antes de desfallecer, le recrimino
-ugh...quien...quien te...te dio el derecho de...

 Imagen: Desconocido(el autor de esta imagen es autor de esta imagen. Sanseacabó)
Si alguién reconoce al autor de este cuadro, hagamelo saber para podre darle un reconocimiento correcto.

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