Entonces
llegó sábado y salió de su casa lo mas antes que pudo, sin poder si quiera mirar el reloj, por miedo a la tardanza. Bajó
la cuesta con mucha agilidad, cruzó la pista sin ver el semáforo, se tropezó
con personas, perros y gatos y al final, cuando a su cuerpo ya no le quedaba
energía, llegó; encontró el gran edificio gris. Revisó sus bolsillos y sacó el
papel turquesa que le había entregado días atrás. Busco el numero: 300, 301, oprimió el botón.
-¿Si?
Hola- respondió una voz femenina.
-Si, soy
yo, me dijiste que viniera a las diez en punto.
- De
acuerdo, ya bajo- contesto luego de un largo silencio.
Miró su
reloj de muñeca y eran exactamente las diez. "Ni un minuto mas, ni un
minuto menos" recordó, esa terrible virtud de ser siempre puntual hasta
cuando no debería serlo.
Espero
bastante al punto de estar dispuesto a retirarse pero entonces la gran puerta
café oscuro se abrió.
La joven
de cabello azabache y ojos rasgados oscuros salió, la misma del día domingo, la
extraña señorita de rostro infantil.
-Hola-
trató de sonar entusiasmada- pensaba que no vendrías- sonrió, pero dentro de
ella había tristeza y rencor, algo que disimulaba bien.
-Parecía
importante- le señaló el papel turquesa -¿Aquí vives?
-Si,
arriba... subamos- soltó la puerta que solo mostraba su cuerpo y lo dejo
entrar. Caminaron por la cera del patio a lado de los elegantes departamentos;
y en lo largo, al final, entraron a la izquierda y subieron las escaleras.
Llegaron al tercer piso; ella, sin voltear si quiera a verlo sacó las llaves de
su polera y abrió la puerta de la derecha. -Entra- le dijo sin verlo. A ella le
agradaba, aun teniendo prejuicios y la idea de que no debería si quiera
gustarle; parecía inocente, pero no quiso creerle porque sabia quien era y lo
que había hecho, Mientras que a él no le impedía nada, muy bien podía gustarle
y ¿Porque no? La gran duda solo era quien era y que quería de él , en cuanto a
las demás circunstancias, no le importaba.
-Siéntate-
lo llevó a la sala -Te sirvo algo ¿gaseosa o agua?
-Gaseosa-
respondió incomodo; y fue entonces cuando reaccionó ¿Que estaba haciendo él
ahí? Se atemorizó de manera pasman te; tenia miedo de que algo malo le fuera a
ocurrir. Quizás lo mismo le ocurrió a Catalina, por algo la conoció en su
funeral.
-Aquí
esta- le entendió la mano con el liquido gaseoso. Inka Cola.
-Gracias.
Luego ella
se sentó a observarlo. Le parecía extraño que estuviera conversando con él,
precisamente con él.
-¿porque
fuiste a su funeral?- le pregunto de pronto luego de que él diera un segundo
sorbo a su bebida.
-Bueno,
...- trató de pensarlo bien pero se le era imposible en ese instante -sabrás
que ella y yo estuvimos saliendo ya hace años.
-No te
pregunte la relación que tuviste con ella sino del porque fuiste; pudiste haber
faltado pero decidiste ir. Quiero saber porque- le explicó de forma amable y
cariñosa, un rostro que se convirtió en la perfecta mezcla entre triste y
sincero.
-Fue una
bonita historia, siempre la recordaré- en realidad recién lo había pensado, el
no poder olvidarle solo porque esta muerta pero ya hace tiempo que lo había
hecho -¿Que relación tuviste con ella?- preguntó después de otro silencio. Ella
al fin emano otra sonrisa, pero no de alegría.
-Todas las
relaciones- disimuló una leve sonrisa, arrugando la nariz, formando una sonrisa
de niña y enamorando a quien la aprecié- en realidad, eramos de todo- se paró
rápidamente y se dirigió a una de las habitaciones para después perderse
adentro.
-¿Eran
amigas?- él levanto la voz para que lo pudiera escuchar.
-No,
hermanas- corrigió muy alegre mientras que movía cosas. Estaba buscando algo.
-¿Mejores
amigas?- volvió a preguntar mas alarmado. Entonces esa muchacha extraña de
cabello rizo negro que estaba a punto de enamorarlo era la mejor amiga de su
difunta ex novia. Era ella, lo mas cercano vivo que tenia de Catalina; su
confidente, la que sabe mas secretos mejor que nadie ¿Que quería de él?
-ajá-
respondió. Abrió al fin la enorme caja y revisó su contenido, todo estaba ahí,
gracias al Cielo, no se había perdido nada. Sujetó los extremos y lo levantó
con cuidado. -¡Aquí esta!- salió de su cuarto con el gran cajón.
-¿Qué es?-
tenia muchas dudas, aún después de saber quien era, las tenia. -Disculpa, es
raro que lo pregunté ahora pero quiero saber tu nombre.
-Emily- un
nombre tan dulce como su rostro; al fin se sentó con la caja en sus piernas
dando un fino suspiro.
-Yo soy..
- Si, sé
quien eres- lo cortó mientras que buscaba cajas dentro de ese misterioso cajón.
-Perdón-
bajo la cabeza.
-¿Que fue
lo último que te dijo?- siguió preguntando mientras buscaba cosas muy seria.
-No
recuerdo, fue hace mucho- trató de hacer memoria pero lamentablemente no
encontró mucho de ella.
-¿En serio
no lo recuerdas?- se sorprendió.
-Fue hace
años...
-Aún así,
deberías recordarlo. Cuando algo es importante, lo recuerdas toda tu visa, las
palabras son las ultimas en borrarse- respondió cuando ya había encontrado el
cuaderno anillado que andaba buscando.
-¿Y que
fue lo que te dijo?- preguntó cabizbajo, en realidad no lo quería saber y no
por indiferencia sino mas bien por miedo; siempre supo que todo lo que ella
decía era perfecto, adecuado y conciso pero a la vez melodioso, como para
erizar la piel del oyente.
-Que tiene
sueño, solo eso- lo miró con tristeza.
-¿Solo
eso?- se decepcionó, pensó que seria algo diferente, en verdad algo mejor de lo
que en realidad era.
-Y mucho
¿sabes?.. Ella sufría de insomnio- ¿que tenia de especial la mirada de Emily?
Sintió que lo estaba hechizando, algo mágico se desprendía de sus rasgados ojos
negros. En fin, era la primera vez que conversaba con ella y ya le estaba dando
mucha información sobre Catalina, como la falta de sueño que en ningún momento
se lo había descubierto ni aun menos estando con ella.
-Eso no lo
sabia... ¿y murió feliz? - era en verdad lo primero que le vino a la mente.
-Si e hizo
todo lo posible de mostrarlo en sus últimos días- miró después hacia otra
parte, no quería que él la viera lagrimear. Aún su perdida le dolía aunque haya
estado preparada para eso hace mucho; el hecho de ya no tenerla a lado suyo,
saberla desaparecida, invisible, inexistente; ya no tener sus llamadas, borrar
su numero, borrarla, no podría. Habían pasado hermosos momentos juntas desde
que se hicieron amigas en cuarto de secundaria como salir a comer helado, salir
simplemente para no hacer nada, para hacerse compañía y hablar. En verdad Emily
sabia de Catalina tanto como ella sabia de Emily, con ella se enterró sus mas
oscuros secretos.
-Eso me
pone muy contento, fue una gran chica, significó mucho para mi- trató de salvar
su mirada del desasosiego.
-Por
favor, no digas eso- su tono de voz sonó mas dolorosa, mas tiniebla y amargada,
como si le estuviera regañando.
-Perdón-
volvió a bajar la mirada.
-¿Sabes
que es lo que me da mas cólera?.. Que no pudiste verla...-
-Nadie me
aviso...-
-No, no es
solo eso, sino que mas bien, ella no lo iba a permitir y no es porque era
orgullosa- se oscureció al notar lo que decía "era..." como hubiese
querido decir "es..." -sino
porque era extraña, no permitía que nadie la viera, ni nuestras compañeras de
escuela, de universidad, ni siquiera sus primos, solo sus padres, su hermano y
yo. Ella pidió que no te dijéramos nada porque tenia miedo de que si te
enterabas la ignorarías y eso la hubiese matado por dentro, hubiese muerto
triste y como te dije se esforzó mucho en no serlo. Si la hubieras visto...
era... como si estuviese apunto de nacer y te lo perdiste- se limpió la lagrima
con la manga de su polera gris.
-No, no
hubiese hecho eso-
-Le has
dado muchas razones para creer que si- se enfureció -pero no quiero continuar
con esto, toma- le entregó el cuaderno anillado. Lo recogió con delicadeza como
si fuese una reliquia valiosa y al pasar por sus paginas se dio cuenta de que
si, era una hermosa caligrafía y absolutamente todas las paginas estaban
escritas.
-¿Que es?-
preguntó pero ella no respondió, le dio tiempo para que lo averiguara el solo.
-¿Es su diario?
-No, su
diario lo tengo yo; lo que tienes ahí es algo mas especial, es una carta- se le
abrieron los ojos como platos cuando le dijeron lo que era.
-Esto es
un libro, no una carta- volvió a repasar las paginas contemplando su hermosura.
-Catalina
se explayaba bastante- le explicó -no he querido leerla porque ella me lo pidió
y le tengo miedo; si de viva me dibujaba penes en la cara cuando dormía, no
quiero ni imaginar lo que me haría ahora- Sonrió, los dos lo hicieron.
-¿te dijo
que me dieras esta carta?- preguntó
-Si, me
dio ese encargo; me ha dado muchos y quiero seguirlos al pie de la letra como
le hubiese gustado a ella- esta ultima sonrisa si era sincera.
-¿Cuantas
cosas tienes de ella?- estaba lleno de preguntas, es decir, como no estarlo,
teniendo en frente a la cómplice de todo lo que Catalina dejo en vida.
-No
muchas, la mayoría las tiene su hermano y no deja que ni las vean- volvió a
entristecer -escúchame, tienes que hacer caso a lo que te digo por favor, no
corrompas ninguna de estas reglas, no por mi sino por ella- señalo el Cielo
-lee la carta con mucha dedicación, no te acerques por ninguna circunstancia a
su familia y reza cada noche por ella por lo menos en dos meses o lo que dure
tu lectura si es que lo prefieres-
-De
acuerdo, te lo prometo... puedo pedirte ahora yo un favor- la volvió a
contemplar.
-Si- tan
sencillo como eso.
-Quiero
que me digas si alguna vez me amo- le pregunto como si la estuviese acusando
con la mirada.
-No lo sé,
lee, quizás en la carta lo diga. Te acompaño a la salida- los dos se pararon y
se dirigieron a la puerta. En todo el trayecto se mantuvieron en silencio, no
quisieron decirse nada, pensaron que ya se lo habían dicho todo pero en el
fondo de sus corazones sabían que aun faltaba algo.
-Antes de
que te vayas- lo llamó- tengo que darte mi numero, toma- le volvió a entregar
otro papel turquesa- llámame por si tienes dudas de cualquier cosa, aunque sea
insignificante.
-Gracias,
lo haré- después se fue otra vez caminando a su casa, con ansia y dudas. Quería
saber que es lo que había en la carta, que es lo que le quería decir la difunta
Catalina y la verdad sobre todo, sobre cada una de las cosas, pero a la vez
tenia miedo.
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