Todos los días tengo recuerdos de aquellas épocas de grandeza, y sin embargo, siento este vacío.
En ese momento de paz que trajimos a Azeroth con la caída de Arthas, muchos de mis mas cercanos amigos fueron tomando rumbos distintos.
Y todo comenzo con ese accidente en la Corona de Hielo. Desde que contraje esta ceguera muchos de mis camaradas y hermanos de armas fueron yéndose por su lado...
Muchos prometieron volver, y no he vuelto a escuchar de ellos. Otros quedaron enterrados en su honor, orgullo, rocas y tierra.
Algunos, se quedaron conmigo pero su edad no les permitio seguir mucho más.
Con el cataclismo, siento que algo me llama desde las mismas entrañas de la tierra, pero no logro comprender que es "eso".
Bueno, no tengo nada que perder. Nadie me recuerda por quien era, todos los que conozco se han ido y su retorno se halla en un futuro lejano.
En su diario, Morphang iba anotando sus reflexiones de esa noche. Echándose la mochila a la espalda, salio de su cabaña solitaria y salio del Bosque solitario.
En la fría noche, Morphang sentía las sombras que le perseguían entre los árboles: figuras de bestias y monstruos se agrupaban ferozmente en su mente, pero en lo único que podía concentrarse en estos momentos de impaciencia era en caminar.
Al llegar a un claro del bosque, observo las estrellas iluminando su camino. Sin embargo, sentía una presencia nefasta acercándose al galope. Recogiendo su bastón, se preparó para lo que pudiera acercarse a el.
Vio una figura parecida a la de una pantera corriendo hacia el, y cuando salto el se preparó para recibir tal bestia como lo merecía.
Sin embargo, un descuido provocado pro su ceguera termino en la muerte de la bestia y una herida innecesaria.
No tenia la más remota idea que su mayor virtud pronto se volveria su mayor maldición...
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