-No quiero que te lleven-
paso sus manos sobre su tibio cabello, aún tibio. -Catalina, quiero que
despiertes, no seas vaga amiga, no lo seas...- comenzó a llorar -despierta y
vayámonos de aquí, vámonos lejos, vámonos a Dubái, a Andalucía. Escribamos,
soñemos, viajemos, vivamos ¡Oh vivamos!.. Ya has dormido mucho, ahora quiero
que despiertes para juntas volar, como lo hemos hecho siempre. Cata ¿Por qué me
dejas sola? Si quieres te puedo comprar un helado, si quieres nos vamos juntas
a pasear por la plaza, a espantar
palomas, entrar a las iglesias ¿Qué les voy a decir a las hermanitas de
ti? No me dejes sola, quiero caminar
contigo; quiero conocer el mundo contigo, pero Cata ahora estoy sola, mas sola
que la soledad. No quiero enterrarte, quiero que vengas a vivir conmigo. ¡Si!
Vivamos juntas... Catalina, seriamos felices, nunca nos separaríamos, por favor
no te vayas Cata.
El cuarto estaba lleno de
flores, repleta de ellas y en el suelo, en un pequeño masetero rectangular
estaban plantadas sus flores favoritas "pensamientos".
-Quédate conmigo... no
quiero perderte. Nunca imaginé una vida sin ti, ahora ya no sé que imaginar.
Siguió así por largo tiempo
hasta que alguien le tocó la puerta, así que limpio sus pesadas lagrimas y se
paró para abrirla y se encontró con él.
-Disculpe ¿podre pasar?-
preguntó de la manera mas cortes posible.
-Si, descuide, pase- le
abrió mas la puerta para que entrará, entonces ella salió conmovida de que él
decidiera o quisiera verla aún después de mucho tiempo.
Ella estaba subiendo por las escaleras, fue rápido
a buscar la carta, pero no la encontró, pero si estaba ahí Artemisa, la bella
gata de Catalina, la huérfana Artemisa que ronroneaba en la pierna de Emily
pidiéndole que le acariciara o preguntándole por su dueña.
-Tranquila- la levantó y la
colocó en la ventana junto con algunas flores. Era ese su cuarto, uno de los
cuartos en los que ella dormía cuando se peleaba con su familia, cuando se iba
de su casa para pasar la noche o semanas en la casa verde de su abuelo, ahí
ella se hospedaba cuando no le quedaba a donde ir.
La habitación se mantenía
de un olor húmedo, era Enero y estaba lloviendo; entonces Emily emano una leve
sonrisa, la primera sonrisa después de Catalina muerta, recordó como le gustaba
la lluvia y si, quizás Catalina este alegre de haber muerto en Enero, "un
buen mes para morir" como le dijo ella misma hace unos tres años cuando
juntas corrían por la lluvia después de salir de la academia. El principio de
su historia empezó con las lluvias y ahora terminaban con ellas también; sus
padres se casaron en una noche como esa, con gotas gordas cayendo en las pistas
arequipeñas y muere en ellas, ahora Catalina muere con ellas, con el llanto
celestial, con la brisa azul de mares opacos.
Vio por la ventana durante
un largo tiempo, viendo la lluvia caer, sentir un poco del espíritu de Catalina
sentirse ella, meterse en su cadáver, ser ella, ser Catalina, por ese segundo,
lo sintió, era ella. El aire fresco toco sus mejillas limpias, unas gotas de
lluvia tocaron sus dedos y se metieron en su cuerpo, en su alma, en su corazón
joven, aún sin amar, sin sentir a nadie. La lluvia entraba, bailaba con ella
aquella triste canción de olvido.
-Aquí estas- dijo cuando la
vio, después de mucho tiempo seguía intacta, no había cambiado casi en nada.
Estaba hermosa, solo una vez la vio así, recordó, la primera vez que la vio,
recordó las pecas en su nariz, en las mejillas y en la comisura de sus labios.
Era ella, la niña de la que se enamoró cuando aun tenia catorce años. Su piel
estaba mas pálida, mas limpia, sin granos ni espinilla; llevaba el pelo largo,
no llego ver en donde terminaba tanto cabello que empezaba siendo negro y cada
vez se aclaraba, cada vez mas. Era ella, era Catalina, la dulce Cata, la que un
día fue el amor de su vida hoy yacía recostada sin vida en un cetro, con
familiares, amigos, conocidos y otros curiosos.
Escrito por: Catalina Guzman.
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