17 jul 2014

Noviembre-Tercer Capítulo



Llegaron a la casa, era un edificio verde de tres pisos, la sala estaba vestida de noche y no fue muy difícil encontrar la casa porque quedaba en el centro, por ello es que no había ni un solo auto estacionado y tuvo miedo, mucho miedo de entrar; tenía miedo de lo que encontraría adentro, desconocidos, conocidos y los que había dejado de conocer.
Era una habitación muy larga, llena de sillas y al final, una pequeña mesa con algunas cosas especificas como un pequeño florero con flores moradas y rojas; un libro amarillo enorme y un peluche de oso pequeño.
Entonces él y Gerardo ocultaron sus ojos tras las gafas oscuras y con ternos muy elegantes se sentaron en los asientos mas escondidos de toda la sala. Su piel se heló, se lleno de miedo, no quería que nadie lo reconociera, ni sus propios amigos que de seguro uno que otro estarían ahí, ni su familia, menos la familia de ella. Quería ver donde estaba el ataúd pero no lo encontró. Nadie lloraba, todos estaban sentados con caras pálidas y sin emoción, no quiso ver mas por miedo de que alguien lo reconociera pero sentía que alguien lo observaba, que alguien estaba detrás suyo y que no le quitaba los ojos de encima.
-Gerardo, hazme un favor- susurro para no interrumpir la paz de la sala.
-Dime.
-Párate y pregunta donde esta ella y busca algún conocido, averíguate quienes han venido- entonces Gerardo se paró casi de inmediato y se acercó a una señora de cabello negro largo que estaba parada mirando el piso. Está le señalo apenada una puerta de madera que se encontraba al fondo.
-Solo pueden entrar uno de uno- respondió con una voz entrecortada.
-¿Usted es familiar?- preguntó Gerardo muy sutilmente.
-Si- respondió y volvió a bajar la cabeza. No se le miraban los ojos, también estaba con lentes. En si, todos estaban con lentes, nadie podía ver la tristeza del otro, solo el de uno mismo.
-¿De que falleció?
-¿Usted la conocía?-preguntó antes.
-Si, hace años nos conocimos.
-Leucemia, fue empeorando ¿sabe? No era tan sencilla la enfermedad, ya era crónica y mira, ya no está, se han llevado la luz de esta familia- volvió a bajar la cabeza, quien sabe, quizás para seguir llorando.
-Lo lamento, en serio- fue y la abrazó y se quedó así por largo tiempo al verla muy afligida.
-¿Has reconocido a alguien?- le preguntó en cuanto llegó.
-Más o menos; si están sus compañeras de escuela, así que olvídate hermano, te van a reconocer. También vi a Ricardo, Paul y Manuel ¿Qué hacen aquí? No sé, pero ahí están.
-Ojala no me vean, ¿has visto algún familiar?- volvió a preguntar.
-Si a una señora... solo a ella- volteó para ver donde estaba.
-Bien, solo quiero verla una vez ¿sí? Una última vez, despedirme de ella e irme, regresar a la vida que me ha quitado estos días, ¿Dónde está?
-Me dijo que estaba detrás de esa puerta de al fondo.
-Bien, párate, vamos- estaban ya parados cuando escucharon una voz masculina hablando desde el micrófono.
-Gracias a todos por su presencia, de corazón agradecemos que se hayan tomado un tiempo en su día para poder asistir.
Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia.” Isaías 64:6  Sin embargo su gran misericordia se revela al darnos la posibilidad de que cualquiera de nosotros reciba redención por sus pecados.  “Dios ha enviado a su hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de ÉL “1 Juan 4:9.  Se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de Cruz, Filipenses 2:8.  Por su muerte, invalidó la idea de que no mereces ser amado.  Nuestra fe no se apoya en una teoría abstracta o en vanas promesas.  Se fundamentan en un acontecimiento real que marcó la historia para siempre.  Mira la Cruz.  Allí ÉL probó su amor por ti.
Catalina, nos deja... muy joven, en la plenitud de la juventud; familia y amigos estamos aquí presentes para hacerle memoria de lo que ella dejo en vida. Señor, ahora que está contigo, sabemos que es feliz.
-¿Quién es? ¿Lo conoces?- preguntó Gerardo.
-No, no recuerdo haberlo visto antes.
-¿Por qué han alargado el velorio? ¿Sabes?- volvió a preguntar Gerardo muy confundido, perdido; no sabía que estaba haciendo ahí, entre tantas personas tristes.
-No lo sé, estarían esperando a un familiar que vive lejos o simplemente quisieron darse más días para despedirse de ella.- movió la cabeza a los costados y pudo reconocer a Pamela, una antigua amiga.
-¿No sientes pena? porque te veo muy frió.
-Si estoy triste, solo que no sé como exteriorizarlo, no lo sé, ya no sé nada de ella y ahora menos; me cuesta un poco creer que ya desapareció- bajó la cabeza para poder entenderlo, para poder entenderse a sí mismo.
Gerardo se fue después de una hora y lo dejo solo, sin compañía, con miedo y con tristeza, esa tristeza que nunca supo mostrar pero estaba ahí, en el velorio de Catalina.
-Perdone- lo despertó una voz clara, femenina y bonita; un rostro familiar pronto estuvo frente a él. -¿Creo que lo conozco?
-Marcela- sonrió.
-Pensé que no vendrías- se sentó a lado suyo después de darle un amistoso beso en el cachete. -Lo lamento demasiado, no sabes cuánto.
-Gracias, yo también lo lamento- y ambos guardaron silencio.
-¿Cómo te enteraste?- preguntó de pronto luego de unos largos minutos y se dio cuenta que en realidad Marcela no había cambiado casi en nada, seguía siendo simpática, con un largo cabello color miel que lo sostenía en una cola alta.
-Me llamo Morelia, y me dijo que les dijera a todas de la promoción, mira y todas están aquí.
-¿Me han reconocido?
-Sí, pero prefirieron quedarse en silencio y meditarla; no entiendo como paso. Era muy linda, muy tierna, no puedo creer que haya pasado. Es como una gran herida para todas.. ¿tu como estas?
-No lo sé, creo que aún estoy en shock, sí, creo que debe ser eso- volvió a bajar la cabeza.
-Bueno, fue una de tus enamoradas. ¿Quieres ir a verla? Mira esta libre el cuarto- le señaló la puerta café.
-Sí creo que si porque no voy a poder acompañarla en el entierro, ahora regreso- se paró inmediatamente de su silla sin despedirse de Marcela y se dirigió a su reencuentro, con la niña de pecas.
-Hay alguien adentro- lo detuvo una mano.
-¿Disculpe?- vio el rostro familiar pero no quiso averiguarlo, así que espero.

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